martes, 30 de abril de 2013

La Metropolitana: sin filtro para la represión



Lo que sucedió el pasado viernes 26 de abril en el predio del Hospital Borda fue un claro ejemplo de que la represión sin escrúpulos empapa el leitmotiv fundacional de la policía “ejemplar” de la Ciudad de Buenos Aires: reprimir con todos los elementos posibles, incluso desoyendo a la Justicia burguesa y pulverizando los “protocolos humanistas” del accionar policial. Si bien lo que todas las fuerzas represivas del aparato estatal intentan disfrazar, las huestes de Macri lo realizan abiertamente, llamó la atención la ferocidad con la que atacaron a internos, enfermeros, médicos, militantes, docentes, periodistas y diputados. En gran parte, la mediatización extrema se debe a que varios legisladores sufrieron en carne propia lo que sufren miles de trabajadores y desocupados cuando salen a luchar a las calles. Más allá de relatar la sucesión de hechos, es importante destacar que lo acontecido en el Borda es solo un caso más dentro del sangriento prontuario de la policía Metropolitana. Incluso leve si lo comparamos a los dos muertos del Parque Indioamericano –operativo conjunto con la Federal- y los varios heridos de plomo durante el desalojo de la Sala Alberdi. Lo interesante es saber que se oculta detrás de la “fantochada” a lo Scotland Yard: un cuerpo plagado de ex represores militares, expulsados de la Federal, espías, marinos retirados y varios procesados por casos de “gatillo fácil”, todos estos amparados por el Jefe de Gobierno Mauricio Macri y el Ministro de Justicia y Seguridad porteño Guillermo Montenegro.

Después del canto del gallo

Ya a las 6 a.m., la empresa contratista -sin orden judicial alguna- comenzó a desalojar maquinarias y mobiliario del Taller protegido 19 del Hospital Borda en la zona de Barracas. El operativo contó con la custodia de varios agentes de la Policía Metropolitana. En ese taller, de suma importancia y quizás uno de los pocos espacios donde los internos del Borda podían sentirse contenidos, se enseñaban oficios, realizaban actividades culturales y tareas de rehabilitación fundamentales para el tratamiento psiquiátrico. En pocas horas, fue reducido a una montaña de escombros.  El pretexto: despejar la zona para que en ese sitio se emplazara el nuevo centro cívico porteño. El objetivo real: el negocio y la especulación inmobiliaria, revalorizando una zona históricamente postergada en la cual incontables propiedades pertenecen al Grupo Macri o a sus amigotes allegados. Proyecto aprobado en la legislatura porteña  gracias a la complicidad de la bancada kirchneristas, que luego se rasgaría las vestiduras y clamaría por la cabeza de Montenegro, responsable político inmediato de la brutal represión.

Cuando cientos de manifestantes intentaron llegar hasta el lugar para repudiar un nuevo crimen contra la salud pública de los más postergados, fueron reprimidos por más de 300 efectivos de la Metropolitana llamados de urgencia para reforzar la seguridad de la zona. Las imágenes hablan por si sola: mientras el macrismo justifica la represión al afirmar que grupos de encapuchados agredían a los “guardianes del orden”, las imágenes solo registraron enfermeros llenos de sangre, mujeres llorando por el gas pimienta, pacientes deambulando en estado de shock y varios periodistas y legisladores exhibiendo los disparos de bala de goma en sus cuerpos. Los únicos cobardes y encapuchados fueron los tiradores de la Metropolitana, quienes dispararon a mansalva encima de la línea de la cintura y a una distancia de cuerpo a cuerpo. El saldo: más de 50 heridos y varios detenidos en las filas de los que se acercaron para demostrar su solidaridad y su compromiso con aquellos que no votan y que son invisibilizados por la sociedad: los mal llamados “locos”. 

Radiografía de la policía Metropolitana

En sus comienzos desembarco en barrios pocos conflictivos como Coghlan, Villar Urquiza y Saavedra, para luego extenderse a los barrios de Villa Crespo y Chacarita. Operativamente es una fuerza de escasa capacidad que no cubre las zonas más “conflictivas” como el sur de la ciudad y las villas. Pese a que es vendida como una nueva fuerza, solo es un reciclaje de la resaca de las fuerzas armadas y la Policía Federal, generando un foco infeccioso de corrupción y abuso de poder. Ya desde su gestación –que contó con el apoyo del Pro, los K y la bancada socialista-, la Metropolitana estuvo mal parida: el escándalo suscitado con el Fino Palacio y Ciro James dejaron en evidencia cual era el corte ideológico de la policía de Macri. Luego del cimbronazo, - ya separado el Fino y unos 40 secuaces que provenían del la Federal- muchos consideraron que la depuración de la Metropolitana era un hecho, pero estaban errados: hoy en día el contingente principal de jefes y oficiales designados por Palacios son los que comandan la fuerza. Los nexos entre la Policía Federal y los mercenarios porteños son aún más escandalosos cuando se comienza a entrecruzar los datos. De los 52 miembros de alto mando que integran la cúpula de la Metropolitana, 42 son oficiales que fueron echados de la Federal, y cuatro de ellos tienen cargo de superintendente. Actualmente son más de 3000 desclazados los que componen la fuerza de choque macrista, 2000 de ellos vienen de la Federal.

El Instituto Superior de Seguridad Pública afirma que busca transmitirles a los cadetes de la policía porteña “aptitudes necesarias para la intervención civilizada en los conflictos, de una manera absolutamente respetuosa de la dignidad humana y concibiéndolos como oportunidades para aprender a coexistir”. Falso en todo sentido, ya que en la práctica uno puede observar todo lo contrario. Actualmente la fuerza “diferente para la seguridad que el vecino necesita” da lugar en posiciones sensibles a ex integrantes de las fuerzas armadas: 186 efectivos son o fueron militares; de esta cifra, 135 efectivos están ubicados en los rangos operativos de oficial y oficial mayor. Pasando en limpio, la Ciudad de Buenos Aires esta siendo patrullada por hombres formados para la guerra y el exterminio del “enemigo”, violando la Ley de Seguridad Pública de la Ciudad. El destino de la mayoría de estos ex militares –en especial los ligados a la Armada- es el de engrosar las filas de unidades operativas especiales, similares al grupo GEOF de la Federal. Esto no es una mera casualidad, ya que Montenegro ha terminado de moldear un grupo de choque rodeado de viejos conocidos: él estudio en el Liceo Naval, se desempeñó como jugador de Rugby en el equipo de dicha institución y respetó las viejas tradiciones familiares, ya que su padre es un ex capitán de navío y director de maestrías de Instituto Universitario Naval. Sin olvidarnos tampoco los cursos en la “Nueva Escuela de las Americas”  de El Salvador o en el Mossad –instituciones caracterizadas por su profundo sentido humanistas similar al que tenían la AAA o la GESTAPO- a los que son enviados los oficiales metropolitanos.

Debutando a lo grande.

Durante dos años y medio, la policía porteña actúo como fuerza de choque en cuatro conflictos: el desalojo del Parque Indoamericano, la represión a los vecinos en el Parque Centenario, el desalojo de la Sala Alberdi y en el Borda. De a poco, los pitucos disfraces a la inglesa que utilizan se fueron manchando de sangre. En los cuatro casos hubo heridos, algunos de gravedad, y en el Parque Indioamericano fueron asesinados Bernardo Salgueiro y Rosemary Chura Puña, quienes solo habían ocupado terrenos en reclamo de una vivienda digna.  En este trágico hecho, el que estaba encargado del operativo era el Mayor Ricardo Ferron, actualmente imputado junto a otros 33 efectivos por doble homicidio en agresión. Ferron además de estar procesado en esta causa, fue denunciando por el ex legislador Marcelo Parilli por haber integrado un Grupo de Tareas de la Policía Federal durante la última Dictadura Militar. El accionar fue similar a lo que sucedió en el Borda: asesinos con chapa disparando indiscriminadamente contra gente desarmada, incluso realizando maniobras distractivas, atacando por la espalda y deteniendo al voleo.  Por suerte, tanto en el Borda como en la Sala Alberdi, no se tuvieron que lamentar muertos en las filas de los manifestantes, pese a que hubo heridos por balas de plomo y no son pocos los testigos que aseguran haber visto cartuchos letales en poder de las fuerzas represivas. Ya nadie debe dudar: frente al primer contratiempo, la Metropolitana no titubea al usar la fuerza indiscriminadamente –incluso utilizar las balas de goma de manera letal al dispararlas a corta distancia- y llevarse preso a cualquiera que pase por ahí.

Si hablamos de “gatillo fácil”, la Metropolitana también esta a la orden del día. En los Tribunales, en los Organismos de Derechos Humanos y coordinadoras antirrepresivas (como CORREPI), las carpetas y denuncias contra agentes de Macri se acumulan a ritmos vertiginosos. Los agentes David Alejandro Barrios y Enzo Fabián Álvarez son dos casos testimoniales de la conducta “preventiva” que estimula el Jefe de Gobierno y toda la banda de crápulas que lo escudan. El 16 de agosto del 2011, Barrios asesinó a Rodrigo Romero de 16 años y a Jesuan Marchioni, de 23. Los jóvenes habían abordado el interno 77 de la línea 79, en el cual viajaba Barrios vestido de civil.  Una de las pistolas que supuestamente utilizaban los presuntos delincuentes en el asalto al colectivo no tenía balas y la otra tenía un solo proyectil y no se podía disparar. Según los testimonios, el policía detectó el asalto y disparó antes de que los supuestos ladrones reaccionaran. A uno lo mató de dos disparos y al otro lo remató en el piso. En lugar de ser apartado por el crimen cometido, Montenegro, y el que por entonces era el jefe de Metropolitana, Eugenio Burzaco, elogiaron la actuación del policía destacando su “valentía y profesionalidad”. Mismos elogios recibió Álvarez,     luego de reducir y fusilar con un disparo en la cabeza a Bruno Pappa, quien había intentado robarle con una replica. Como no podría ser de otra manera, varios más son los oficiales que prefieren disparar antes que preguntar, personal tan necesario y requerido para cualquier tipo de fuerza represiva burguesa.

Culpas compartidas

Mientras los kirchneristas se regodean por dentro con las imágenes de la represión en el Borda, ninguno de la bancada oficialista admite responsabilidades al haberle dado luz verde para la gestación de una fuerza que hoy en día no tiene nada que envidiarle a la Federal. Echarle la culpa exclusivamente a Macri, además de Montenegro, al jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta y al ministro de Desarrollo Urbano Daniel Chaín por el desalojo del Borda, la Sala Alberdi, el Parque Centenario o el Indoamericano sería una injusticia a medias. El Gobierno Nacional, expresado en sus legisladores porteños, se desenvuelve con un grado de cinismo total. Ellos son cómplices porque cuando la “profundización del modelo” lo reclama, no titubean en armar negociados con el Pro- lease el pase de propiedades entre Nación y Ciudad votado en la legislatura porteña, entre otros-. Al mismo tiempo se llenan la boca hablando de DDHH cuando no se responsabiliza de los muertos, heridos y procesados que carga en su “década ganada” desde 2003: más de 5.000 compañeros judicializado por luchar; represión sistemática contra obreros y manifestaciones sociales (Zanón, los Qom, etc); tercerización de la represión mediante las patotas lumpenes; militarización territorial en manos de Gendarmería y Prefectura; uso cotidiano del gatillo fácil, la tortura en cárceles y comisarías. Sin olvidarnos los asesinados en protestas sociales, como Fuentealba, Mariano Ferreira, Cuellar, etc.

“Sin crimen no hay Estado”, afirmó el filosofo Max Stirner. Para todo aquel que se consideren un luchadores de las causas de los más humildes, es una regla de oro desconfiar de las palabras o promesas de aquellos que solo administran pobreza y palos para los más pobres. Todo uniformado es un diente más de ese Leviatan que controla el status quo de un ficticio pacto social que somete, hambrea y asesina a los pueblos. La única manera de enfrentar la represión estatal en todas sus variantes es en la calle, organizados y luchando por romper las cadenas manchadas de sangre que nos atan a nuestra propia perdición, llamada Estado. 

La nota fue publicada en la Revista La Maza del mes de mayo 2013

IMAGENES DE LA REPRESION EN EL BORDA (BARRICADA TV)


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